Olvídate del mármol blanco que ves hoy: ¡la Acrópolis fue una vez una vibrante obra maestra de color! Templos como el Partenón se adornaban con llamativos azules, rojos y amarillos, mientras que las estatuas relucían con bronce, oro e incluso piedras preciosas. Aún se conservan algunos vestigios de esta policromía colorista, visibles bajo la luz ultravioleta en ciertas zonas.